A medida que avanza el mes de septiembre, crece la sensación de apremio en los trabajos del Parlamento Europeo (PE). El índice de prioridades del debate europeo vuelve al hecho migratorio. El dramático pico registrado en Lampedusa, cruzado con el que se acusa en el la ruta atlántica -Canarias- hacia la UE, apremia al Consejo de la UE -reunión de los Gobiernos de los 27 EEMM- a acordar, primero, su propia posición ante la primera lectura aprobada por el PE de los Reglamentos que componen el nuevo Pacto de Migraciones y Asilo con cuya negociación arrancó esta Legislatura 2019/2024 y cuya conclusión no está lejos (Elecciones europeas, junio 2024), para pasar cuanto antes a concordar con la Eurocámara su versión definitiva para su entrada en vigor.
La agobiante situación que sacude a Lampedusa urgió a la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (VDL), a presentarse en la isla junto a la Primera Ministra de Italia, Giorgia Meloni. Sus declaraciones sorprendieron por su escoramiento hacia el lenguaje securitario que caracteriza a la ultraderecha italiana en el Gobierno, lejos del equilibrio entre responsabilidad y solidaridad (art.80 TFUE) que reclama en sus discursos ante el PE. He criticado esa deriva: VDL, melonizada, desenfoca el nudo gordiano que ahora procede desenredar en el que sin duda es el asunto más divisivo en la política europea: cómo asegurar que la UE y sus EEMM cumplan con el Derecho internacional y humanitario (salvamentos europeos y desembarcos seguros) al tiempo que descongestionan los puertos de primera llegada (islas italianas o griegas, Canarias en el atlántico) con un dispositivo creíble de solidaridad efectiva (esto es, vinculante, coordinada por la Comisión Europea) que dé sustancia a la llamada “respuesta europea” frente a un desafío que interpela a su escala supranacional.
En su última reunión con el Consejo de la UE (Presidencia española, trabajando seriamente por superar los obstáculos), el PE ha resuelto congelar las negociaciones en curso (Control de Fronteras, Identificación biométrica y Procedimientos comunes) hasta que no se desbloquee la oportunidad que merece la solidaridad, que durante demasiados años -¡14 desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa y la Carta de Derechos/CDFUE!- persiste como “eslabón perdido” del Sistema Europeo Común de Asilo/SECA mandatado en esos Textos de Derecho primario.
Así las cosas, el tiempo corre y su manejo es, más que nunca, esencial. Es exigible que VDL se implique, personal y políticamente, en la construcción sin más demora de una arquitectura europea de respuesta al hecho migratorio que no prolongue una insostenible suma de parches, infracciones del Derecho marítimo y de la propia legislación europea en vigor, y reacciones sincopadas a emergencias y tragedias, como lamentablemente expresan las que hemos padecido frente a las muertes masivas ante las costas de Crotone, Pylos, en la ruta hacia las Islas Pelágicas o en la ruta atlántica a Canarias.
Estos últimos días, al hilo de esta actualidad, he sido entrevistado por varios medios audiovisuales italianos. En mis últimas declaraciones a RAI TV se me preguntó en directo por las declaraciones del Papa Francisco en Marsella al respecto. No recuerdo, en todos los días de mi vida, haber coincidido tanto con una “esternazione” del Ponfífice: la apelación a ver en cada migrante un ser humano, desesperado, indefenso, expuesto a la crueldad no sólo de las redes de tráfico y de explotación de personas, sino a la “indiferencia” -cuando no a la explotación del miedo- de gobernantes europeos que insisten en ver en ello una amenaza a la seguridad o a la integridad de la UE.
No es ninguna sorpresa- por el contrario, es la confirmación de una recurrencia histórica- que los Gobiernos nacionales que más se llenan la boca de rechazo al migrante con una mirada negativa -distópica, abocada al fracaso- del propio hecho migratorio, sean los que hinchan el pecho con referencias impostadas a los “principios cristianos” y de defensa de la Iglesia católica y sus oficiantes: Polonia y Hungría, sin ir más lejos, que no cesan de invocar la religión y sus valores en su cruzada contra toda forma de diversidad e inclusión, con una agresiva ofensiva antiLGTBIQ+ y contra la “ideología gay” y una reivindicación de un Derecho de familia discriminatorio y retardatario.
La integración europea pasa, una vez más, por un cambio de mirada en este asunto que, una vez, fue competencia “soberana” de los EEMM (ej: art.149.1.2 CE), trastocado en competencia política y legislativa de la UE, en que el PE actúa como legislador supranacional europeo. La respuesta ha se ser, sin duda a, de escala europea, paneuropea y equilibrada en sus vectores de responsabilidad y solidaridad. El tiempo transcurre, las evidencias se suman para convocar a esa acción. No cabe más procrastinar, pero tampoco concesiones a una retórica “melonizada”, tan hostil como ineficaz para atender los múltiples factores del polinomio europeo de migraciones y asilo.