La Presidencia española ha sido preparada a conciencia, con la veteranía de un estado miembro de dilatada experiencia, contrastado europeísmo y probada capacidad de organización.
1 de julio 2023, Presidencia española del Consejo de la UE. Por quinta vez desde nuestra adhesión (firma solemne, 12 de junio de 1985; entrada efectiva 1 de enero de 1986), España asume la responsabilidad turnada de presidir los distintos formatos del Consejo de Ministros de la UE liderando su interlocución legislativa con el Parlamento Europeo (PE), y organizar la agenda de sus reuniones a todo lo ancho de España (todas las CCAA albergarán al menos un Consejo o Reunión de Alto Nivel) durante un semestre decisivo. Es el último que cubrirá enteramente su tiempo útil en esta Legislatura (la próxima Presidencia belga conducirá a las elecciones europeas fechadas para el 9 de junio).
Recae sobre sus hombros la finalización de los procedimientos legislativos en curso sobre los grandes objetivos de esta Legislatura: la Autonomía Estratégica, los Reglamentos Fifx55 (Transición ecológica y fiscalidad ambiental), los de la Agenda Digital e Inteligencia Artificial, y el Pacto de Migraciones y Asilo que debería asegurar de una vez por todas una escala europea de respuesta ante el hecho migratorio.
Acotación obligada: desde la Gran Ampliación (entrada de 10 nuevos Estados miembros/EEMM en 2004, otros dos en 2007 y el último en llegar, Croacia, en 2013), la gobernanza de la UE se ha hecho más compleja que nunca antes en su historia; entre otras razones, por la continuada incidencia de procesos electorales de toda índole (locales, regionales, nacionales/presidenciales, europeas) en una geografía política tan extensa como heterogénea. De modo que, vaya por delante, en mis años de servicio en el PE he asistido ya a una variedad de Presidencias coincidentes con procesos electorales, Gobiernos pendientes de las urnas (con las alternancias, en su caso, decididas en las respectivas investiduras en Parlamentos nacionales), alguna de ellas tan reciente como la francesa de 2021. Incluso recordamos todos cuantos estábamos allí una entera Presidencia belga sustanciada por un Gobierno en funciones (la del Primer Ministro Leterme, en 2010).
La Presidencia española ha sido preparada a conciencia, con la veteranía de un EM de dilatada experiencia, contrastado europeísmo y probada capacidad de organización de eventos con precisión logística y eficacia en la gestión de grandes envites internacionales. Se la ha reivindicado y presentado como proyecto de país, vocacionalmente sustraído a la refriega nacional, que es, como todos sabemos, una de las más recalentadas y confrontacionales de cuantas pueden observarse desde las Instituciones europeas.
La Presidencia —y sus resultados— no conciernen, por lo tanto, a este Gobierno —el que legítimamente preside Pedro Sánchez desde su investidura a fines de 2019—, sino a España como socio confiable de una construcción supranacional en marcha, un work in progress requerido siempre de voluntad de compromiso y conformación de consensos más allá del perímetro de la disputa española.
Lo menos que puede esperarse de quienes, elegidos en la circunscripción española al PE, tenemos mandato y representación en ese compromiso europeo, es que nos empleemos a fondo en hacer de este semestre un tiempo útil, al límite de lo posible. No sólo por España y su proyección europea, que también, sino por la propia UE.
El lema de la Presidencia -Europa, más cerca- evoca la oportunidad de fortalecer el vínculo de pertenencia y ciudadanía europea abierta a sus círculos concéntricos —locales, subestatales, estatales y europeos— compatibles entre sí. Con esferas de derechos y libertades tan distintivas como complementarias. Pero entraña también una declaración de principios, no sólo en su itinerario hacia una “Unión más perfecta” —de resonancias federales—, sino de refutación de la ola antieuropea y eurófoba que agita nuestro mar de fondo desde la pésima gestión de la Gran Recesión, con su estrago social y la exasperación de las desigualdades y del malestar causado por la austeridad recesiva.
Se ha escrito en todas las lenguas de la UE que la respuesta europea ante la Pandemia de Covid, la guerra de agresión de Putin contra la vecina Ucrania y la espiral inflacionista y crisis de suministros ha descrito un trayecto antitético con la austeridad: EU Next Generation y Recovery Plan, la mutualización de la deuda, la flexibilización de las reglas fiscales, la unidad frente a Rusia —Política Exterior, Seguridad y Defensa— con un nuevo liderazgo climático y energético en la afirmación de la autonomía estratégica de la UE, junto a la apuesta decidida por industrias clave de futuro (innovación, robótica…) marcan a la Presidencia un semestre denso y apremiante por sus emplazamientos: en todos los frentes abiertos, la Presidencia española no tiene un segundo que perder para encadenar los trílogos (fase definitiva de acuerdo entre el PE y el Consejo para la entrada en vigor de la legislación debatida y aprobada por el PE) y pasar el testigo a Bélgica con la mayor cantidad de actos legislativos completos y finalizados que haya visto hasta ahora ninguna otra Presidencia durante el presente mandato 2019/2024.
Pero, además, España está en disposición no solamente de impulsar sino de liderar la impostergable recuperación de la mirada de la UE hacia América Latina: la Cumbre UE/CELAC y la oportunidad de culminar (desatascando con éxito) los Acuerdos Comerciales de la UE con Mercosur (Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay) y con México y con Chile acentúan la responsabilidad colectiva, de país, con nuestro espacio regional de integración supranacional (la UE) y nuestro lazo de hermandad irrenunciable con nuestro otro lado del espejo en la otra orilla del Atlántico.
Sobre el Pacto de Migraciones y Asilo, y cuánto pende para el futuro de la UE del empeño de alcanzar un equilibrio equitativo entre responsabilidad compartida y solidaridad efectiva (vinculante, obligatoria entre situaciones de crisis y emergencias, tan frecuentes en el frente mediterráneo y en la ruta canaria), he escrito en muchas ocasiones. España es la oportunidad, a mi juicio, determinante, resolutiva, la última ocasión creíble para aspirar a conseguirlo.
España, la UE, todo por delante. Tanto futuro pendiente de estos seis meses, cruciales y definitivos en esta recta final de esta Legislatura 2019/2024.
Publicado en Huffington Post