Sábado. 18 marzo, 2023. Comité Federal del PSOE. Mientras aguardo mi turno de palabra para intervenir, recibo en mi teléfono móvil un mensaje que me anuncia la muerte de Pedro Solbes (1942/2023).
Los exministros y ministras de los Gobiernos del presidente Zapatero sabíamos de su enfermedad por nuestras comunicaciones personales más próximas; no presentíamos, sin embargo, su fatal desenlace. En el momento de tomar la palabra ante el Comité, expresé en voz alta sentirme personalmente devastado por el fallecimiento de un miembro tan distinguido del cuadro de honor de la historia de los gobiernos socialistas de la España democrática desde la Constitución. El tributo del aplauso fue inmediato, atronador.
Pedro Solbes no fue nunca militante del PSOE. Su radicación en la familia socialista es percibida, sin embargo, tan inequívoca en su sentimiento de pertenencia como impagable su hoja de servicios. Economista del Estado y Técnico Comercial, inició su vida adulta, como tantos funcionarios de su generación nacida en la posguerra, presintiendo la esperanza de un tiempo de plenitud democrática en España que recuperase al país para la modernización y homologación europea en la que padecíamos décadas de retraso.
Su excelencia profesional y su vocación de servicio le llevaron a sobresalir durante la Transición hasta alcanzar, con los Gobiernos socialistas de Felipe González, la Secretaría de Estado para las Comunidades Europeas (en las que sucedió a Manuel Marín), el Ministerio de Agricultura y con posterioridad el de Economía y Hacienda. Para entonces era ya una referencia para los socialistas de mi generación, veinte años más joven, cuando comencé a tratarle por mi amistad con quien entonces era su Director de Gabinete, Jordi Sevilla, siendo yo entonces su homólogo con Jerónimo Saavedra, ministro junto a Pedro en aquel Gobierno.
De esos años de trabajo conjunto resultaría nada menos que la actualización democrática del REF canario (Ley Fiscal de 1991, y Ley Económica de 1994), además de su empuje al POSEICAN y puesta al día de la incardinación del sector primario canario en la transformación de las CCEE en la actual UE. Tan imponente equipaje le valió para servir con brillantez como Comisario Europeo (1999/2004), desde la que elaboró la Estrategia UE para las RUPs.
La vida me regaló la oportunidad de servir a mi país como ministro de Justicia con el presidente Zapatero tras la victoria de 2004. En aquel primer Consejo resulté yo ser el miembro más joven, siendo él, vicepresidente segundo para Asuntos Económicos, el de mayor edad. Compañero ya de escaño del veterano Pedro Solbes, sentado en asientos contiguos por el orden de precedencia histórica de creación de los ministerios de Estado, fueron incontables la ocasiones que tuve para alimentar mí ya asentada admiración y respeto por su rigor, su excelencia, su juicio lúcido y sereno sobre todos los asuntos sometidos a debate en el Consejo de Ministros.
Nuestra frecuencia de trato me dio ocasión de conocer a su familia, a su mujer Pilar y sus tres hijos, así como apreciar sus raíces levantinas, Nació en Pinoso (Alicante), y el sosiego de sus pasiones tranquilas por la lectura y por sus seres queridos. Cuento en mi recuerdo con los dedos de una mano los miembros de aquel Consejo de Ministros capaces de intervenir sobre cualesquiera materias más allá de las confiadas a su estricta competencia, marcando la diferencia. Con aportaciones ilustradas tanto por su experiencia como por su capacidad de prognosis.
Contando con tantos trienios, incorporó con solvencia y hasta con elegancia las presentaciones digitales y las herramientas de comunicación más sutiles y sofisticadas en un contexto temporal que ya imponía a la acción política exigencias novedosas, desconocidas hasta entonces.
Consiguió hacer entendibles cifras y gráficas que de otro modo hubieran parecido abstrusas, pero sobre todo lo hizo asegurando a ese primer mandato del presidente Zapatero en que ambos servimos una bonanza inédita desde la Transición, con crecimiento sostenido, superávit presupuestario (y deuda pública en umbrales mínimos en toda la UE), cifras de empleo récord, inversión pública billonaria (infraestructuras, puertos y aeropuertos, desaladoras...) todo con la más ejemplar pulcritud en la gestión.
Sabido es que, al finalizar esta etapa decisiva, y tras deslumbrar, en las elecciones de 2008, con su aplomo y personal sentido del humor en un memorable debate en TVE frente a su oponente del PP, Manuel Pizarro, su independencia de criterio —una de las más sutiles expresiones de lealtad—, frente a las adversidades que sobrevinieron después, le apearía de la siguiente estación en el Gobierno, con el agradecimiento unánime de la familia socialista y de su acción de gobierno, encabezadas ambas por el presidente Zapatero.
Con el reconocimiento general de ese talante distinguido, de esa impecable trayectoria de trabajos en la vida pública, de relación respetuosa, dialogante y constructiva con cuantos adversarios se le terciaron en todos los tramos y facetas de responsabilidad, España y las generaciones de la España democrática le deben tributo a su memoria y a la de sus aportaciones. Mi abrazo y mi condolencia a su familia. Mi afecto y respeto, siempre, a la vida y la memoria de Pedro Solbes.