Ibáñez nuestro

  • Tribuna de Prensa
  • 07 de Febrero de 2021
Ibáñez nuestro

Desde el Parlamento Europeo impulsamos la candidatura de Ibáñez al premio Princesa de Asturias de las Artes.Creador único en su género, es uno de esos, contados, que podrían competir a galardones que trascienden su especialidad alcanzando el rango amplio de las letras, la concordia y valores que reúnen aun país en tomo a unos pocos símbolos.

Francisco Ibáñez ha cumplido 84 años ¡Mortadelo y Filemón apareció en 1959! Su magisterio se remonta a esos años hoy remotos de primera juventud. Pero su estatura se mide en su nutrida legión de personajes memorables: Pepe Gotera y Otilio, Botones Sacarino,13 Rue del Percebe, Familia Trapisonda, Rompetechos.,.Y sus correspondientes cohortes de secundarios. Asombra su actividad hasta edad tan avanzada. 


Por ello deslumbra aún más el despliegue biográfico de una peripecia artística que arrancó siendo un chaval de orígenes muy modestos, cuya reputación labra con humildad, perseverancia artesanal y bienhumorado humanismo. Quienes hemos tenido el privilegio de tratarle, retenemos con cariño su sonrisa, lejos de toda afectación, orfebre hasta el mínimo detalle de cada trazo y relato. 


La factoría Bruguera Barcelona, años sesenta ha sido muy historiada. Sus recopilaciones son objeto de culto: sus coleccionistas mueven Roma con Santiago para hacerse a cualquier preciocon los valiosos incunablesde aquella alucinante fábricadegrafos. Pulgarcito, TioVivo, DDT, Din Dan_ En ellas se publicaron por vez primera en España series de la escuela belga (Aquiles Talón) y de la escuela francesa (Astérix, Blueberry, Demonio del Caribe...), además de adaptaciones de novelas adaptadas para 48 Páginas). 


Ibáñez hizo pandilla con una tropa irrepetible de dibujantes equipados con biotipos eternas: Vázquez (Anacleto, las Hermanas Gilda...); Escobar (Zipi y Zape, Carpanta...); Segura (Rigoberto Picaporte, solterón de mucho porte), Raf (Doña Lío Portapartes...); Peñarroya (Don Pío, Gordito Rellena.); Estevill (Olegario), o Conti (Carioco)..., entre otros inmortales. 


Intriga todavía a estas alturas a los muchos estudiosos de esa escuela española (tebeos por la revista homónima, que no era de Bruguera) la productividad de aquella hornada. Practicando su oficio en condiciones que no podían ser peores (todo a mano, sin copistas), se revelaron resistentes frente a sus despiadadas condiciones de trabajo. Por el apremio, penaba cada uno de ellos jornadas estajanovistas de hasta 14 horas diarias. Cada semana daba a imprenta 12 páginas tintadas para marcas de la casa. Su galería de gags visuales, enredos y desenlaces disparatados, mezclando lo cotidiano y lo surreal, producía estupefacción a quien las disfrutara fuere entonces niño °adulto, como a quien las recuerde tanto tiempo después. 


Por eso sus creaciones son sociología e historia de España. Especialmente de ese tramo de nuestro siglo XX que emborronó el franquismo. Toda su radiografía de relaciones cotidianas, su carga de opresión laboral (Rigoberto), de empleados puteados por jefazos despóticos y salarias de miseria, solteros y solteras soñando mejorar su estatus con enlaces convenientes, familias numerosas, contrastes entre realidad y apariencia, estereotipos culturales (Churumbel), aflora en esa apabullante plétora de descacharrantes arquetipos.


 Pero también las vidas de sus autores detrás, con sus plumillas a cuestas: sus miedos y frustraciones, sueños y fantasías, animan la antropofauna de aquel taller efervescente. Y así fueron populares años sesenta y setenta e imprimieron carácter en quienes nacimos entonces. Ibáñez es el campeón de ese derroche de ingenio. Inventor de efectos ópticos delineados a pelo. Su estilo propio, inimitable, resulta solo desbordado por su Imaginación, y ha probado resistir el transcurso de los cambios sobrevenidos en multitud de planos y gradas de profundidad. De ahi que sus criaturas Mortadelo y Filemón hayan sido traducidas a todas las lenguas conocidas, y transportados al cine con una aceptación que prueba la resiliencia del vínculo entre generaciones.


 Patrimonio nacional, como ha acabado siendo él mismo, estamos ante un raro caso de artista español transversal. Intergeneracional, interterritorial. Destello de un punto de unión y hasta de reconciliación. Cohesionadamente nuestro. Y el último mohicano de esa estirpe de leyenda: desaparecidos en combate sus camaradas de aquella fratría delirante, Ibáñez sigue entre nosotros como remembranza viva de aquel capítulo a color de nuestra intrahistoria común. 

Publicado en La Vanguardia el 7 febrero 2021

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