El desafío del PE no es de legitimidad ni de competencia tampoco: es su comunicación.
En esta tribuna intento dar cuenta de la actividad del Parlamento Europeo (PE). Y de hacerlo sin rehuir ni sus problemas ni las críticas, pero manteniendo a flote un europeísmo rocoso, a prueba de cualquier crisis. ¡Y vaya si hemos visto crisis! Hasta desembocar en ésta, la única que nos faltaba, que arrastra su nombre del 2019, pero que imprime su huella en este aciago 2020: ¡La pandemia de la covid-19 ha impuesto cambios dramáticos en todos los órdenes de la existencia de la UE!
Tan enorme es en verdad la magnitud de la prueba existencial impuesta al proyecto europeo por el balance de contagios y de fallecimientos, y por la sucesión de medidas neonormalizantes y/o normalizadas hasta hace poco impensables: distancia social, afectos refrenados, contactos suspendidos, mascarillas por doquier como carga y prenda obligatoria... Son sólo botones de muestra de hasta qué punto las pautas de nuestras vidas cotidianas se han visto tan sacudidas como las macromagnitudes de los Estados miembros (EE.MM.) de la UE.
Inevitablemente, el trabajo en el PE se ha hecho, deprisa, más difícil. Más arduo y más exigente, vistas las condiciones en que lo desempeñamos por nuestro compromiso con la UE, con nuestro Estado miembro y con la ciudadanía que confió en nosotros. Hace semanas que consumimos en Bruselas la semana entera de trabajo: se han pospuesto los obligados Plenos mensuales de Estrasburgo hasta que se den las condiciones que los hagan viables, de modo que también los Plenos tienen ahora lugar en Bruselas. Pero llegar hasta aquí nos ha exigido superar inconvenientes y obstáculos que no habíamos conocido antes: restricciones de vuelos (cancelaciones frecuentes sin plazo de reacción ni conexión alternativa); distancias reduplicadas por los itinerarios y por la lentitud obligada de embarques y desembarques; distanciamiento en acciones de interlocución y/o negociación en las que la proximidad y la interacción directa eran hasta ahora cruciales...
Pero, aun así, con todo, los miembros del PE hemos hecho y hacemos cuanto ha sido necesario dentro de lo posible por ejercer nuestro deber y mandato de representación. El órgano de dirección interna del PE, que reúne a su Bureau (Presidente del PE y Mesa) y a la Conferencia de Presidentes de Grupo (Junta de Portavoces), ha promovido ágilmente la aprobación por vía de urgencia de una reforma del Reglamento de Reglas de Procedimiento (las Rules of Procedure del PE). Con el expreso objetivo para hacerlas más flexibles y adaptarlas al trabajo parlamentario en tiempos de Covid19. Posibilitando, entre otras modificaciones, el voto electrónico remoto y la multiplicación de frecuencias de videomeetings de las Comisiones del PE y de videoconferencias para todos los formatos de diálogo desde y en el PE con otras instituciones (Comisión Europea, Agencias europeas, órganos consultivos, y Gobiernos nacionales de las Presidencias rotatorias incluidas en el trío del año correspondiente).
Es este un momento idóneo para reflexionar sobre la necesidad de que todo Parlamento responda ante lo imprevisible e incluso ante lo imponderable, reflejando en su estructura y en su funcionamiento lo que pasa alrededor.
Y como en todo Parlamento, en el PE el Reglamento que ordena sus procedimientos no es una mera cuestión técnica, sino también política y de primera magnitud. Pocos Parlamentos nacionales habrían adaptado sus instalaciones, sus accesos y servicios, con tanta prontitud y presteza como lo ha hecho el PE ante la covid.
Pero lo que ahora cuenta es trabajar en el PE, y que el PE haga su trabajo. Sorteando impedimentos y haciendo frente al stress de los efectos del virus sobre sus constantes vitales.
He insistido muchas veces en que el desafío del PE no es de legitimidad (¡es la única Institución de la arquitectura europea directamente legitimada por el sufragio universal de la ciudadanía europea, más de 440 millones!), ni de competencia tampoco: ¡tras su refuerzo en el Tratado de Lisboa, TL, en 2009, el PE es legislador en infinidad de materias que solían ser de los EE.MM., como el Derecho Penal, y su legislación resulta determinante para la legislación de los Parlamentos nacionales, cuyo 80% deriva de la transposición de las leyes europeas aprobadas por el PE!
El desafío del PE reside, más propiamente, en su comunicación. Son muy poco conocidas sus especialidades institucionales, sus singularidades respecto del parlamentarismo que se practica en los EE.MM. de la UE. Pero el problema derivado de tan innegable déficit de su comunicación, reviste, sí, alcance político.
A lo largo de la crisis de la covid, esta dificultad se ha puesto de manifiesto a la hora de explicar el arduo trabajo orientado a construir un amplio acuerdo político de clara mayoría en el PE. Con el propósito de ahormar una respuesta europea, ambiciosa, solidaria, con recursos suficientes y en la dirección correcta. Y todo ello no sólo para compensar a los EE.MM. sus esfuerzos de reparación de los destrozos económicos y sociales impuestos por los rigores de las medidas de emergencia (alarmas, confinamientos, y ceses drásticos de actividad económica y productiva, resultando en un abrupto desplome de rentas y de PIB), sino también, sobre todo, para poder financiar una Recuperación tan pronta como eficaz.
El PE ha sido capaz de hacer todo eso -su parte del trabajo europeo- y hacerlo en tiempos de covid, superando en el esfuerzo todas las limitaciones a que antes me refería. Es sabido que ahora estamos a la espera de que el Consejo Europeo (reunión de Jefes de Estado y de Gobierno de los EE.MM.) haga su parte del trabajo, pendientes como estamos todos (especialmente quienes más han sufrido del zarpazo en carne propia) de sus resultados en julio.
Por su parte, la Comisión Europea (su comisaria de Interior, Ylva Johansson) había comprometido presentar en marzo ante la Comisión de Libertades, Justicia e Interior del PE -que tengo el honor de presidir- su Nuevo Pacto de Migraciones y Asilo. Y se había comprometido a hacerlo con el reto proclamado de resolver el nudo gordiano del Reglamento de Dublín, cuyo generalizado incumplimiento explica el actual paisaje de insolidaridad que tan ofensivamente contradice -ergo viola- el mandato de solidaridad vinculante y responsabilidad compartida que consagra el TL (art. 80 TFUE).
El parón de la pandemia ha afectado también, muy negativamente, al cumplimiento de los calendarios de la Comisión Europea. De modo que, pospuesta a julio o a primeros de septiembre su presentación ante la Comisión LIBE, en el PE estamos pendientes de conocer los contenidos del New Pact on Migrations & Asylum. Importa, empero, una advertencia: ¡no hay vacío normativo! La Comisión LIBE y el PE legislamos los llamados “Migration Package”, “Schengen Package” y “Asylum Package” en la Legislatura 2009/2014, primera de la entrada en vigor del TL y de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE (CDFUE). Puede que sea necesario actualizar o mejorar el Derecho ya vigente. Pero la legislación europea existe ya, está en vigor, y vincula a los EE.MM. con primacía y efecto directo sobre su Derecho interno. Y, en lo que cabe esperar, un enérgico refuerzo de la solidaridad vinculante y responsabilidad compartida en la reforma pendiente del Reglamento de Dublín.
Grandes expectativas: este 30 de junio abre la sucesión (en semestre rotatorio) de la Presidencia croata a la Presidencia alemana: muchos desbloqueos esperados para la vuelta del verano, primeros días de septiembre. De tan veterano EM fundador de la integración, Alemania, cabe esperar una contundente actuación propia de su peso pesado, por la cohesión europea y por la solidaridad, con voluntad europeísta. ¿Lo veremos?
Publicado en Huffington Post