Cuantas veces bajemos la guardia en la lucha contra la discriminación, la desigualdad volverá a amenazarnos.
Este 10 de diciembre se cumplen 71 años desde la Declaración de Derechos Humanos de Naciones Unidas (DUDH, de NU). Cuando se cumplen 41 años de la Constitución española de 1978 (que consagra la DUDH como parámetro de interpretación de los derechos fundamentales de su Título I, art. 10.2 CE), 30 desde la adopción del Convenio de NU sobre los Derechos del Niño (CDN) de 1989, y 10 de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa (TL) y de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE (CDFUE), la acumulación de efemérides se presta y concita a un tiempo la reflexión a propósito de lo que los juristas llamamos “lucha por el Derecho” como herramienta de cambio, resolución de conflictos y promoción de valores: Justicia e igualdad en combate contra la desigualdad y la discriminación.
La DUDH de NU de 1948 es un aldabonazo de conciencia y de partida. Su art. 1 proclama; “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en libertad y en derechos”. Su art. 2 añade: “Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”.
Sobre esta piedra miliar, el trascendente Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH, Convenio de Roma de 1959, arts. 1 y 2), adoptado en el seno del Consejo de Europa y cuya protección jurisdiccional se confía al influyente Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) con sede en Estrasburgo, es tributario de este avance. Hace historia, se incorpora al acervo jurídico de la UE (art.6 TUE) y presta fundamento al diálogo entre ordenamientos, garantías de derechos y sistemas judiciales (Judicaturas nacionales, Tribunales Constitucionales, TEDH y TJ de la UE).
En cada ocasión propiciada por aniversarios redondos -como estos que se suman en este mes de diciembre- subrayo que la batalla por la igualdad y contra las injusticias causadas por la desigualdad no acaba nunca de librarse: ninguna de sus batallas está ganada para siempre.
En prueba y testimonio de ello los avances en derechos de libertad e igualdad (libre e igual dignidad, igual libertad para tod@s) describen una secuencia de diálogo entre “generaciones”. Así, solemos explicar los profesores cómo en la primera “generación de derechos” se abren paso los de naturaleza civil y personalísima (inmunidades frente al poder), y los de participación política; en la segunda se asientan los de carácter prestacional, económico y social; en una tercera, cristalizan en el Derecho europeo derechos que se corresponden con avances tecnológicos y con su impacto innovador sobre derechos ya clásicos (la dignidad humana frente a la biogenética y el genoma humano; la protección de la privacidad frente a la revolución informacional; el derecho al acceso a la información y a los documentos públicos, derecho a la transparencia y buen gobierno, impulso a la ciberdemocracia); y en una cuarta, pugnan hoy por afirmarse, en declaraciones internacionales y conferencias de la ONU sobre desafíos aún calientes, nuevos derechos emergentes (a la sostenibilidad, a la paz, al desarrollo sostenible, a la protección frente al cambio climático y sus emergencias).
Sería un grave error, sin embargo, presumir que las “generaciones de derechos” descritas y explicadas así avanzan acumulándose y profundizando siempre, de manera incremental, su calidad y disfrute. Por contra, describen curvas minadas de obstáculos, retrocesos y tropiezos, zigzags e incluso momentos oscuros en que nuestros sistemas de reconocimiento y protección de derechos muestran sus fragilidades y vulnerabilidades frente a sus amenazas.
En ningún ámbito como en la lucha por la igualdad contra la discriminación puede ser percibida con claridad tan meridiana esta exposición al riesgo de su erosión frente a las dificultades impuestas por su “contacto con la atmósfera” (el paso del tiempo que hace que todas las libertades resulten biodegradables, si no se las cuida sin tregua, con perseverancia y esmero).
La desigualdad es mutante. Cambia de estrategia y de forma cada vez que la igualdad se afirma a través del Derecho. Se hace resiliente, o inmune, frente a las sucesivas vacunas normativas. Regurgita en recidivas. Cuantas veces bajemos la guardia en la lucha contra la discriminación, la desigualdad volverá a amenazarnos con vaciar de contenido las más trabajosas conquistas de la igualdad en que nos hallamos dejado el pellejo en el camino.
Es cierto que la DUDH de 1948 nos parece ahora remota en su coordenada histórica, circunstanciada en el momento auroral de la cultura y la civilización jurídica planetaria, para la organización de la comunidad internacional que emerge de la catástrofe (carente de precedentes en su devastación) de la IIGM (1939-1945) y de la subsiguiente adopción de la Carta de las Naciones en San Francisco (1945). Pero también es verdad que continúa inspirando la sucesión posterior de progresos en derechos.
La apuesta por la igualdad que se contiene en la DUDH continúa interpelándonos. Si desde hace siete décadas todas las constituciones y declaraciones de derechos reproducen su prohibición de discriminación por razón de sexo, raza, religión, creencia, ideología u opinión, 60 años después el art. 21 de la CDFUE la amplía, además, por “sexo, raza, color, orígenes étnicos o sociales, características genéticas, lengua, religión o convicciones, opiniones políticas o de cualquier otro tipo, pertenencia a una minoría nacional, patrimonio, nacimiento, discapacidad, edad, orientación sexual” y “por nacionalidad”.
Efeméride redonda. DUDH 1948, CE 1978, CEDH 1959, CDN 1989, CDFUE 2009. ¡Larga vida a los derechos! ¡Y larga vida a la incesante lucha por la igualdad! Que es una de esas batallas que, emblemáticamente, como explicó Pedro Zerolo -vida, testimonio, ejemplo, compromiso, liderazgo, memoria, legado, futuro- no acaban nunca de ganarse. Duran toda una vida. Una lucha de esas que merecen el esfuerzo de dejarse la vida en el empeño.
Publicado en Huffington Post