El daño causado en Europa por la insidiosa propaganda del secesionismo es singularmente lesivo.
¡Por segunda vez en los 40 años de democracia en España nos asomamos a la aplicación de lo dispuesto en el art. 99.5 CE!: si, transcurridos dos meses desde una primera votación de investidura fallida tras elecciones generales, aún no hay Gobierno a la vista, el rey no tendrá otra opción que disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones con el refrendo (bajo la responsabilidad) del/a presidente/a del Congreso. Y así es: nuevas elecciones, ni “repetición” ni tampoco “convocatoria anticipada” (art.115 CE):
Tal como cuando sucedió en la primera vez (enero de 2016), los profesores de Derecho Constitucional nos obligamos a explicar que esta previsión figuraba hasta hace poco entre aquellas (como la del art.155 CE, o la investidura automática tras una moción de censura apoyada por la mayoría absoluta del Congreso, art.114 CE) de las que, solíamos decir, aparecen en la letra de la Constitución “para no tener nunca que aplicarse”... Hasta que los seísmos que han venido sacudiendo la política española lo han demostrado inevitable.
Las elecciones generales convocadas para este próximo 10-N hacen de 2019 el año electoral más intenso de estos 40 años. ¡Durante cuatro décadas, nunca habíamos vivido un año con tantas urnas, con tantas agotadoras e interminables campañas, a las que viene a sumarse, antes de que concluya este 2019, la que nos conducirá de nuevo a la papeleta blanca del Congreso y a la sepia del Senado el próximo 10-N!
Y es que, ahí es nada, es cierto que el 28-A ya acudimos a las urnas para decidir la composición del Congreso y del Senado (y en la C. Valenciana la de sus propias Corts). Y es igualmente verdad que el 26-M elegimos 8.130 municipios y, donde corresponde, diputaciones provinciales, diputaciones forales, cabildos canarios y consells baleares, así como 12 parlamentos autonómicos y las asambleas de Ceuta y Melilla, además de ¡Parlamento Europeo (PE)! La enormidad de esta, aun reciente, cita electoral de mayo explica que la participación haya repuntado al alza, lo que resulta especialmente reseñable en los comicios europeos, donde venía declinando... y se ha recuperado con fuerza por la acumulación de urnas y la movilización generada en un continuo de semanas y de meses de campaña sin descanso.
La democracia española se enfrenta, así, nuevamente, a un stress test de envergadura y profundidad desconocidas. Ahora, a las coordenadas globales (guerra comercial, desaceleración económica y aceleración inversa del calentamiento global, con la Administración Trump como factor disruptivo del desorden planetario) y a las europeas (Brexit duro, riesgo de recesión alemana con impacto en la zona euro, y todo ello en coincidencia con los exámenes del PE a los nuevos comisarios (ya han caído dos de ellos), se suman las dificultades propias del escenario español: tanto por la intolerancia al acuerdo para posibilitar la investidura del único candidato a presidente que podía liderar un plan y acción de gobierno merecedora del nombre (el socialista Pedro Sánchez, al frente todavía hoy del Ejecutivo en funciones), como por la tensión incremental del secesionismo catalán contra las reglas de Estado constitucional de derecho y, por ende de la democracia misma.
He reflexionado y escrito aquí en varias ocasiones acerca de este “Elephant in the Room”. Porque, efectivamente, ha sido y es, una y otra vez y otra, el elefante en la habitación del unilateralismo separatista catalán el que ha actuado de motor del deterioro causado sobre los intangibles de nuestra convivencia (no sólo entre catalanes) por su disparatada apuesta por la ruptura de las reglas constitucionales de juego, y el principal exponente del daño reputacional que ha venido sufriendo la imagen de España en la UE y en la comunidad global, erosionada por años de intoxicación, fake news, propalación de falsedades en redes sociales y medios internacionales escasamente habituados a contrastar las estampas de nuestro país con mesura y respeto a la veracidad.
El daño causado en la UE por la insidiosa propaganda del secesionismo es singularmente lesivo, siquiera por el empeño que hizo falta condensar durante generaciones para superar el complejo de inferioridad y aislamiento causado por tantos años de atraso, guerras civiles, dictaduras y dominio reaccionario (y confesional), para abrazar con fuerza la construcción europea y ser respetados en ella como una democracia por fin modernizadora, abierta, exitosa en lo político como en lo social y económico.
En los debates del PE se nos ha inquirido muchas veces a los socialistas españoles por qué en España, tras las elecciones del 28-A, no ha resultado posible un “gobierno progresista monocolor a la portuguesa”, liderado por el PSOE y su candidato Pedro Sánchez (como en Portugal por el socialista Antonio Costa) y apoyado en sus compromisos programáticos por otras fuerzas parlamentarias de la izquierda. Para responder en serio a esta cuestión es imposible ignorar el Elephant in the Room del desafío secesionista y de su pretensión de romper las reglas constitucionales que legitiman el inmenso autogobierno catalán imponiendo como condición un distópico (e inviable) referéndum de autodeterminación que quebraría la unidad del sujeto soberano cuando se trata de disponer sobre la Constitución y sus eventuales reformas cumpliendo sus disposiciones y sus procedimientos, sin violarlos ni romperlos. No solamente es evidente que nada de eso se plantea (ni existe tampoco) en Portugal, sino que esa bisectriz que yuxtapone al eje ideológico (derechas vs. izquierdas) de la competición electoral otro eje de confrontación nacional-identitaria (nacionalismos excluyentes vs. ciudadanía abierta a identidades compatibles). Y este, lamentablemente, es un factor distorsionante y distintivo, genuinamente español, que lastra, negativamente, el acometimiento de los inmensos retos que nos aguardan a España y a los/as españoles/as en la actual y apasionante tesitura de la UE y la construcción y europea.
Los socialistas tenemos razones y aun mejores motivos para emplearnos a fondo en resolver cuanto antes la definición de un gobierno que asegure que nuestra posición europea se llene de contenido y determinación, pasando del Gobierno en funciones a un Gobierno en acción y con plenas potestades para participar en la dirección europea. No en vano, en la composición de la Comisión Von der Leyen, nada menos que la jefatura de la Diplomacia y la Política Exterior de Seguridad y Defensa (High Rep) se confía a un socialista que es a un tiempo catalán, español y europeo, Josep Borrell. Como tampoco es baladí que la Delegación española vuelva a ser la primera en el Grupo S&D del PE bajo la dirección de una socialista española, Iratxe García.
Nos importa concentrarnos cuanto antes en las cosas, como decía Ortega: en los grandes asuntos. Porque la Legislatura europea 2019-2024 ha arrancado con muchas ganas en el PE. A partir de la investidura inicial de la presidenta electa Ursula Von der Leyen (Pleno del PE de julio Estrasburgo), esta primera semana de octubre arrancan los exámenes parlamentarios de los Commisioners Designate. La Comisión de Libertades, Justicia e Interior (LIBE); que me honro en presidir, examinará durante largas horas y jornadas a cinco de los/as candidatos/as a miembros del próximo Colegios: Vicepresidente Schinas (European Way of Life), Vicepresidenta Jourova (Values), Interior (I. Johannsson), Justicia (D. Reynders) e Igualdad (H. Dalli), actuando, además, esta Comisión LIBE como Invited Committee asimismo en el examen de la cartera de International Partnerships (J. Urpilainen).
De la evaluación del examen (es decir, de la “nota” que les ponga el PE tras cada Hearing) dependerá que accedan o no a ese mandato al que aspiran. Y este carácter decisivo del control que el PE ejerce sobre la composición íntegra de la Comisión explica gráficamente el poder de la Eurocámara en su comparación con el de los Parlamentos de los Estados miembros. Porque cuanto antes, y mejor, concluya nuestro escrutinio, antes podremos pasar a ocuparnos de las cosas sobre las que escribía el mismo Ortega que sentenció hace 100 años su cita más perdurable: “Si España es el problema... Europa es la solución”.