La ''Historia'' no es de quienes la buscan, sino, a menudo, de quienes la encuentran.
Aunque en la historia pequeña nos encontramos todos, para contarla con mayúsculas nada hay como el talento de aprehenderla y sorprenderla con un lenguaje capaz de comunicar e impactar en la retina y el corazón de millones de quienes, como tú, la viven, o de quienes, en las generaciones sucesivas, quieren aprender de ella.
Seguramente es por eso que para comprender de veras lo que fue el Renacimiento son más útiles los contrastes entre Donatello y Michelangelo Buonarroti que los que median entre los papas Alejandro VI Borgia y Julio II della Rovere (que tanto se detestaron). O que sea imposible entender el tránsito del bonapartismo a la Restauración en Francia sin leer a Victor Hugo... Que nada explique mejor nuestro siglo XIX que los Episodios Nacionales de Galdós... Que los irrepetibles años 60 del siglo XX deban más a los Beatles que a los Premiers británicos Heath y Wilson...
Y que los últimos 50 años de la historia de España resulten más legibles y amables en las viñetas de los grandes dibujantes de periódicos y de historietas dibujadas de las revistas satíricas y tebeos que hicieron época. Porque es así como Mingote, Pablo, Summers, Chumy Chúmez... -o como, en su propio género, Vázquez, Conti, Escobar, junto a otros gigantes de Bruguera, como el siempre inabarcable y todavía prolífico Francisco Ibáñez-, nos dibujaron el país, el paisaje y paisanaje de nuestra infancia en adelante.
Antonio Fraguas de Pablo, Forges (1942-2018) brilla con luz muy propia en esa constelación. La noticia de su fallecimiento me sorprendió muy temprano en Bruselas el pasado jueves 22 de febrero. E instantáneo fue el presentimiento de una orfandad epocal - no la sus personajes (Concha, Mariano, Blasillo...) sino la de millones de entre nosotros, españoles/as de varias generaciones- y el de un duelo nacional.
De inmediato repasamos su impresionante biografía, jalonada de ese grafismo distintivo e irrepetible con que lo identificamos ya para siempre en la memoria. Aunque había empezado a trabajar, desde su adolescencia, como "montador" en RTVE, su vocación era ya definitivamente la de llegar a ser dibujante de periódicos. Y así arrancó en Informaciones en su primera juventud, ya en los años 60, irrumpiendo en el paisaje gráfico del tardofranquismo y de la francomoribundia, habiéndose personado en todas las publicaciones de aquellos años agitados (La Codorniz, Hermano Lobo, Por favor, Triunfo, El Jueves...). Junto con El Roto, Máximo San Juan y Peridis, sus viñetas han prestado soporte ilustrado con trazos de tinta precisos, a todos los acontecimientos que nos han marcado en este año.
Pero ha sido sobre todo su lenguaje distintivo el que nos formateó. Sus forgendros dieron textura a un modo original de hablar y describir lo sucedido. Con sus palabros se escribe un momento de España, en su vivo y en directo, desde sus horas puntas a la meditación. Desde la repentización inventiva hasta la introspección, todo adquirió en Forges un formato verbal característico, contagioso, su escolástica del sarcasmo, descacharrante, hilarante, su incesante autoparodia del españolismo castizo y del divorcio verbal del poderoso funcionata o de don dinero respecto de los españolitos de a pie.
Y todo en un lenguaje amable, sin acritud, sin sombra de resentimiento ni concesión alguna a la crueldad, no digamos ya al sadismo sino tan siquiera a la envidia, que es el pecado español por antonomasia sin duda. El lenguaje de su "Historia de aquí" -los forrenta años, la transición, la democracia, el cambio, el desencanto, la crisis de "todo lo que era sólido" (A. Muñoz Molina)- fue desde luego más amable y afectivo que nuestra realidad.
Pero, como dibujante que soy desde que me recuerdo, nada puedo destacar con tanta admiración como su abrumadora y prolífica creatividad. Sus publicaciones innúmerables fueron, durante muchos años clave, un auténtico fenómeno editorial. Y sobre todo una imparable cascada de energía, fe de vida, una fuerza de la naturaleza. Volúmenes y más volúmenes, viñetas y más viñetas, historias y más historias y todo lo que vino después fueron la sumatoria editada y dibujada de unos nuevos "Episodios Nacionales" que prolongaban el inmenso esfuerzo narrativo de mi paisano don Benito Pérez Galdós (1843-1920).
Sí, la mejor historia no es la que nos describen ni la que nos prescriben quienes con mayor ambición la buscaron afanosamente, sino de quienes la encontraron con su originalidad genio creador.
Forges, por derecho propio en el Panteón de los grandes, pero una pérdida gigántica para la cultura española, España y los españoles. Lo dicho: un duelo nacional.
Publicado en Huffington Post