El eurodiputado del PSOE y exministro de Justicia Juan Fernando López Aguilar hace en su nuevo libro ''Europa: Parlamento y derechos. Paisaje tras la Gran Recesión'' (Tirant Humanidades) un repaso a la inquietante situación del proyecto europeo, sometido a las políticas de recortes sociales y de derechos y a la retórica de los nacionalpopulismos surgidos de la crisis y del descontento social, que tilda de "eurófobo" y aliado de la extrema derecha antieuropea.
El libro habla de la crisis existencial del proyecto europeo. ¿Estamos ante el principio del fin de la UE?
Sigo siendo un europeísta convencido y abogo no solo por más Europa, sino por una Europa mejor. Y esto significa aprender de las lecciones obligados por este pésimo manejo de la peor crisis del proyecto europeo a partir de 2008 y que todavía colea. El paisaje es el de una depauperación de la clase media y de la clase trabajadora que ha supuesto una pérdida de fuelle y aliento europeo en buena parte de la ciudadanía. Pero continúo trabajando y combatiendo por la restauración del proyecto basado en la confianza mutua, en la integración de la diversidad y en la reparación de las injusticias. Sigo abogando por el relanzamiento del proyecto antes de que sea tarde. el libro analiza cuál ha sido el impacto de la gran recesión en este aspecto más grave de la crisis del euro que es el Estado de Derecho, el constitucionalista y las libertades en la UE.
El panorama que dibuja es desolador y habla del peligro de la facistización de Europa. ¿Cómo empezar a reconstruir?
Para dar la vuelta a esta situación se necesita esa voluntad que ha faltado durante el último decenio, dominado por el paisaje de la recesión y de su pésimo manejo por parte de una correlación de fuerzas escorada a la derecha como nunca. Para esto es imprescindible luchar con uñas y dientes por lo más apreciado del acervo europeo, que son las libertades, incluida la libre circulación de personas, puesta en riesgo por la aplicación de políticas fascistoides en relación con los refugiados. Además de defender el Parlamento europeo como única instituíción elegida directamente por los europeos y la única que hace Política Europea con mayúsculas; hay que relanzar el pilar más damnificado pero más distintivo de nuestro modelo de convivencia que es la agenda social, que ha sido la gran olvidad y perjudicada de esta política de austeridad recesiva.
¿Pero porqué una ciudadanía castigada de tal modo se ha dejado seducir en muchos países por las políticas regresivas y por el nacionalismo?
La crisis es sin duda la más profunda que ha padecido la construcción europea desde que se puso en marcha. Y han sido muchas las explicaciones que han tenido que traer a colación el desastre al que condujo la eclosión del nacionalismo reaccionario y el conflicto social de los años 30 del pasado siglo, y el desastre que eso supuso. Pero lo más grave es que la crisis ha generado un círculo viciado de desconfianza y pérdida de aliento europeo que ha instalado en los estados miembros en una lógica de disolución de la solidaridad y destructiva para el proyecto europeo. El Consejo ha sido realmente el eslabón enfermo de este decenio; no solamente ha tomado decisiones tardías y equivocadas, cuando no directamente abyectas en una dirección contraria a la unión europea, y todo eso ha tenido como consecuencia política un rebrote virulento de nacionalismo y populismo, y en su peor expresión, que es el nacionalpopulismo: una explotación de retórica patriotera y al tiempo una reivindicación impostora de los pueblos supuestamente distinguidos por identidades incompatibles entre sí que resulta contraria al sentido europeo. Quiero pensar que estamos a tiempo de relanzar el proyecto, pero es imprescindible aprender línea por línea y página por página las lecciones de estos años; entre ellas la del brexit o del hecho de que estemos sufriendo en estos momentos una exaltación de extrema derecha de la mano de Trump en EEUU que pone a la UE de forma inaplazable ante sus propias responsabilidades.
En este marco, ¿Qué características tiene y qué papel juega el sececionismo catalán y su órdago a la democracia española?
Desde que llegué al Parlamento europeo he estado en la primera línea en la denuncia y en el combate contra esa deriva regresiva en la que el nacionalismo antieuropeo y eurófobo ha tenido una virulencia desconocida. He denunciado las características del fenómeno en Hungría y Polonia, pero también he denunciado lo que está pasando en Cataluña: un ejercicio químicamente puro de nacionalpopulismo capitaneado por irresponsables e insensatos, cuando no por élites corruptas a la búsqueda de su impunidad judicial con una judicatura de juguete. El secesionista catalán es netamente antieuropeo, es la negación misma de los valores europeos, es la contraposición de una identidad excluyente al mandato europeo de la integración de la diversidad para primar exclusivamente una idea de pueblo ensimismado supuestamente homogéneo desde el punto de vista étnico, lingüístico y cultural que representa la negación más frontal de los valores europeos. El secesionismo catalán ha sido una pieza que ha contribuido al desmoronamiento en este tiempo de la idea de Europa. Es clarificador y espeluznante ver en directo cómo la extrema derecha del Parlamento europeo aplaude a rabiar todo el discurso de los secesionistas catalanes.
¿Es España realmente el único país donde el nacionalismo identitario es visto con simpatía o mantiene relaciones de complicidad con amplios sectores de la izquierda?
Sin duda. Cada vez que en Europa se habla de nacionalpopulismo como fenómeno de extrema derecha, se ven obligados a apostillar que en algún estado miembro hay populismo que se dice de izquierda, y están pensando en España, el único país donde presenta esta fusión de populismo rabioso con una deriva netamente antieuropea, que se conglomera en el voto con la extrema derecha con la pretensión de reivindicación de valores de izquierda, pero los valores de la izquierda son radicalmente incompatibles con esos postulados nacionalistas y secesionistas y de autosegregación de los ricos con respecto de los pobres, lo que significa la ruptura de la regla de la solidaridad. Esta es una característica netamente española, de formaciones que se dicen de izquierda y que son extremadamente indulgentes con la insolidaridad etnicista y excluyente y la retórica reaccionaria de los nacionalismos.
¿No cree que como reacción al procés catalán se está dando un movimiento en sentido contrario de nacionalismo español que recuerda la que cultivó la dictadura franquista?
Creo que no. Como socialista y federalista creo en las identidades compatibles. Soy cuidadano canario, español, europeo, y cada uno de esos estatutos de da derechos, tejidos en cada uno de los ámbitos. Todos son compatibles y todos me enriquecen. El rechazo al etnicismo excluyente y nacionalpopulista no tiene por qué contestarse con la tentación de un supuesto nacionalismo español que opondría otra escala y una retórica igualmente incompatible con los valores de la integración de la diversidad y corrección de las desigualdades en los que creemos. La respuesta al secesionismo no tiene que ser un nacionalismo que afirmase que sólo hay una bandera, una lengua o un pueblo. Es cierto que en España hay muchos que queremos la unidad constitucional y su integración en Europa sin tener que rendirnos ante la retórica faltona y bravucona de quien se sienta patriota de una patria alternativa a la catalana.
El libro aborda la reforma de los sistemas electorales en España para mejorar la calidad democrática del país. ¿Qué opina de la propuesta acordada por PSOE, PP, Podemos y NC para una reforma electoral en Canarias?
Sé que el esfuerzo para llegar al acuerdo entre esas formaciones ha sido muy arduo y que se han barajado todas las opciones. La del PSOE es la lista regional, pero en aras del consenso soy consciente de que se han abierto paso fórmulas alternativas. Y creo que hay que hacer un esfuerzo cívico y corajudo de pedagogía para explicar que las tremendas desigualdades del valor del voto que caracteriza la ausencia de proporcionalidad del sistema electoral canario no podrá abrirse paso quitando escaños a las isla que los han tenido durante casi 40 años y que, por tanto, la única forma de añadir proporcionalidad al sistema tendrá que ser aumentando la base de representación y por tanto el número de escaños. Hay que hacer esa pedagogía y explicar que además es razonable a la vista del crecimiento de la población.
¿Cree que si CC no cede habrá voluntad por parte del resto de formaciones de llevarlo al Congreso para hacerlo por la vía de la reforma del Estatuto?
Rotundamente sí, así lo espero, porque las fuerzas políticas que tienen la oportunidad de reformar el sistema electoral canario deben aprovecharla y deben hacerlo en el Estatuto de Autonomía que es donde está ahora. Y apoyo el esfuerzo que están haciendo los socialistas canarios para llegar a un entendimiento que asegure una amplia mayoría que pueda reformar con ocasión del trámite que arrastra los pies desde hace demasiados años en el Congreso de reforma estatutaria. El primer objetivo es reducir los topes electorales que condenan a la basura a decenas de miles de votos, el segundo es conseguir que tenga más escaños quien tenga más votos, y no resignarnos a que una y otra vez suceda que pueda tener más escaños quien tiene menos votos, y la tercera es que pueda gobernar la fuerzan más escaños y más votos. Esta suma de plataformas insularistas que es CC lleva en el Gobierno demasíado tiempo y nose le puede reconocer ningún derecho de veto sobre la reforma del sistema electoral. Si quiere sumarse al esfuerzo del resto de formaciones, bienvenida, pero si no, en ningún caso hay que resignarse al bloqueo. Debe procederse a su reforma asegurando esa amplia mayoría parlamentaria en el Congreso y en el Senado, que es donde se reforma el Estatuto de Autonomía.