Una vez Henry Kissinger le dijo a Robert McNamara: «Do you know, Bob? The fact that I'm a paranoid doesn't mean that I don't have real enemies ».
Acusar de "paranoica" a la UE, a sus responsables, o a los Gobiernos de los Estados miembros (EE.MM) de la UE, no disolverá la evidencia de que, en la intersección de la revolución tecnológica (la digitalización de la transmisión de datos y/o información y, con la misma técnica, la trasmisión de fake news y/o desinformación) y la globalización (con el alcance planetario de los conflictos estratégicos), se cocinan amenazas contra los valores democráticos que no son imaginarios, sino reales. Amenazas que son ya, nos guste o no, inapelablemente ciertas.
Es el caso de la amenaza planteada por la injerencia de estructuras cibernéticas de conformación de mensajes y contenidos de opinión en el contexto de procesos electorales y en la competición política por parte de agencias radicadas en países y sistemas políticos que ignoran o desprecian las limitaciones impuestas por las leyes y las reglas del estado de Derecho y por el respeto y la garantía de los derechos y libertades de la ciudadanía. Pongamos que hablamos de China... Pongamos que hablamos de Rusia, o lo que es decir lo mismo, del ilimitado poder del Presidente Putin, imparangonablemente superior al de ningún mandatario europeo y al del Presidente de EEUU.
Podemos discutir, en definitiva, si la estrategia –para hacer frente a esa amenaza y defender la limpieza del proceso democrático- es más o menos errática, pero no que la amenaza es real.
Porque la propaganda como forma de hacer política –que alcanzó su paroxismo con el ministerio de Goebbels en la Alemania nazi, narrado posteriormente en el "ministerio de la verdad" (léase "de la mentira oficial" en el impactante relato "1984" de George Orwell) no se extinguió con los totalitarismos que se enfrentaron en la Segunda Guerra Mundial. Al contrario, continúa hoy amenazando los valores fundacionales de la Unión Europea, en un híbrido de ciberterrorismo, fake news, intoxicación, chantaje y crimen organizado.
Y es cierto que la amenaza no proviene solamente de Rusia ni afecta solamente a los países de su directa vecindad (Ucrania, Georgia, Armenia, Azerbaiyán,...). Pero también que los estudios y los informes del Congreso de los Estados Unidos y de la Comisión de Investigación (Special Inquiry Committee, puesta en marcha en el Reino Unido), así como de las Agencias de Inteligencia de los EE.MM de la UE señalan la puesta en marcha de miles de cuentas automatizadas, radicadas en Rusia, diseñadas y orquestadas para atacar los valores fundacionales de las sociedades democráticas. Tal y como, por cierto, se puso de manifiesto recientemente en Cataluña, para sembrar caos y confusión, favoreciendo la causa de la secesión y del independentismo, mediante la difusión de mentiras, imágenes y noticias falsas, propaladas al servicio de una estrategia implacable para desprestigiar la democracia constitucional española, debilitando su imagen, dañando su reputación y la del entero proceso de construcción de la UE bajo la regla del Derecho.
De acuerdo con la inteligencia acopiada por las agencias europeas, el Gobierno de Rusia -lo que conocemos como "el Kremlin", incluso tras el fin de la Guerra Fría- dispone anualmente de 1.000 millones de euros –y decenas de miles de activistas, en abierto y undercover (encubiertos por el anonimato)- en la penetración propagandística de los medios de comunicación públicos y privados (masivamente intervenidos éstos por los intereses gubernamentales, sometidos a presiones directas e indirectas materialmente irresistibles).
Un canal televisivo oficial con patrocinio público -Russia Today (RT)- emite en 35 idiomas y penetra la opinión pública de millones de ciudadanos en todas las democracias occidentales; incluida, por supuesto, España, y en español, con contenidos favorables a los intereses rusos.
Nada comparable a ello puede tener lugar ni tiene lugar en el paisaje mediático e informativo de la UE y sus EE.MM.
Patéticamente, la primera y embrionaria respuesta de la UE ha decidido disponer de ¡800.000 euros! (menos de 1 millón neto) para detectar y prevenir la penetración de las redes informáticas orientadas a propalar desinformación yfake news para alterar la formación democrática de la voluntad popular de los ciudadanos europeos en procesos electorales. Piénsese en lo sucedido en EEUU (favoreciendo a Donald Trump)... o lo sucedido en España (favoreciendo a la causa secesionista en Cataluña).
Para responder a la amenaza, urge completar la legislación europea de protección de whistleblowers (protección penal y procesal-penal de los denunciantes/delatores de actividades ilícitas en tramas organizadas de las que tengan conocimiento); incentivar las investigaciones públicas (agencias de inteligencia europeas) y privadas (medios de comunicación) sobre cualesquiera injerencias; promover y financiar campañas de alerta contra la desinformación ("raising awareness"); y la penalización europea de la propaganda del odio que instigue a estigmatización y a la violencia organizada contra los adversarios políticos.
Es imprescindible que la UE haga honor a la declaración de Praga de la comisaria Mogherini, e invierta recursos proporcionados y se equipe suficientemente para hacer frente a esta amenaza. Porque la sombra que se cierne sobre la entera UE es absolutamente real.
Publicado en Huffington Post