El contundente "no" de la ciudadanía griega en el referéndum del 4 de julio ha dado lugar a una enésima implosión de autodesmentidos y autonegaciones por parte de quienes se prestaron a una intimidatoria campaña a favor del "sí" bajo el falso argumento de que un "no" equivalía, sin más, a la ruptura con el euro y con la UE.
En medio del impasse obligado por la imposibilidad de transformar la energía negadora del "oxi" en una urgente "propuesta" capaz de propiciar un acuerdo aceptable "de inmediato", "¡en 48 horas!", por los timoneles del Eurogrupo -y principalmente por Merkel, inflexiblemente autoerigida como su gobernanta de facto-, lo menos que cabe colegiar es que el dramatismo y la épica con que el gobierno de Tsipras se ha embarcado en este órdago ha forzado a la UE a reconsiderar su apuesta de sustituir la política -toda política, no la política del actual Gobierno griego- en favor de una desalmada tecnocracia financiera, cuyas consecuencias y estragos están, lamentablemente, hoy a la vista de todos: empobrecimiento, desigualdad, desesperación en sectores crecientes de una población abocada a la indignación o a la ruina y, por lo tanto, un fracaso político y económico sin paliativos de la infatuada y abyecta apuesta por la "austeridad recesiva" (austerity only policies).
Pero la política obliga a retomar la dimensión moral de las opciones disponibles y evaluar su impacto sobre las vidas de los seres humanos sobre los que se proyectan sus decisiones. Por ese imperativo político, decenas de miles han sido los griegos directamente instigados al suicidio. Y la política exige, el día después del referéndum, abandonar esa altanera arrogancia con que el despotismo tecnócrata de los supuestos empollones de la clase se ha despachado contra los griegos que han apoyado el "no", impertérritos ante el fracaso de sus predicciones económicas y el desvelamiento de su designio más abyecto y profundamente antisocial.
Lo más urgente, con todo, es asumir que la UE no puede avanzar contra los/las europeos/as de carne y hueso. Que si la UE está hoy estancada es porque ha perdido en el camino el sentido de lo que un día fue su mejor razón de ser en la casilla de salida. Si la UE se reivindica en la tradición de los Estados constitucionales de Derecho, es porque antes arrancaba de su ADN democrático. Y no hay cuerpo democrático que resista tantos años de imposición de unas políticas protestadas, resistidas y deslegitimadas a gritos y en manifestaciones por los europeos que la sufren.
J.C. Juncker es criticado por haber dicho una vez: "Sabemos lo que tenemos que hacer, pero no cómo ganar las siguientes elecciones después de haberlo hecho". Precisamente: una política hecha a espaldas y contra la gente que la sufre (y que, a la postre, vota, en lo que no es un mero trámite) no merece ese nombre: sería otra cosa, pero no política.
A lo largo de la semana posterior al referéndum griego se han sucedido las convocatorias "de urgencia" tanto del Eurogrupo como del Consejo Europeo, todas ellas dramatizadas en polifonía coral. Continúa la presión, pero el argumento claro es que "aun no es posible el acuerdo: ¡última oportunidad para Grecia!", o, en otras palabras, para evitar el Grexit (su expulsión de la eurozona), en un definitivo escarmiento de alcance ejemplarizante contra eventuales díscolos en la geografía de la UE.
Claro que sí, claro que es posible el acuerdo. Hubiera sido posible evitar este despropósito desde el minuto uno si, como han demostrado los economistas más solventes, tanto desde dentro de España como en el exterior, la estrategia diseñada hubiera tenido alguna vez como fin el de ayudar a Grecia ayudando a los griegos, y no prolongar la extorsión de su respiración asistida con la inyección de nuevos préstamos cuyo único objetivo fuese garantizar nuevos pagos de intereses a los acuerdos financieros de Grecia con sus acreedores, la banca alemana esencialmente.
Se ha dicho un millón de veces, antes y después de la crisis de la Gran Recesión y su desastrosa gestión impuesta por los halcones de la financiarización que están todavía hoy timoneando en la UE tras haberla secuestrado hasta hacer irreconocible la Europa que soñábamos cuando nos adherimos hace ya más de 30 años: el PIB griego representa apenas un 2% de la UE. Enjugar la deuda griega hubiera sido posible a un coste mucho menor que los rescates bancarios puestos en marcha en la UE desde el inicio de la crisis... Si acaso, liquidar la deuda griega o "rescatar" a los griegos de su cabreo y frustración ante su empobrecimiento hubiera sido alguna vez el propósito o intención de esos "conductores suicidas" que ahora conducen la UE y no residen en Atenas. Los mismos que la han abismado al otrora promisorio horizonte de la UE en la peor crisis de su historia.
Juan F. López Aguilar
Eurodiputado y Catedrático de Derecho Constitucional