Hace casi doce meses que la Oficina Europea de Policía (Europol) denunció que, según sus estimaciones, al menos 10.000 niños refugiados han desaparecido nada más llegar a Europa, sea al intentar atravesar las fronteras de la UE, sea ya una vez en su territorio, todo ello en el contexto de una deplorable gestión de la mal llamada "crisis de los refugiados".
Se añade otra conjetura: parece claro que algunos de esos menores han acabado viviendo con sus familiares en los Estados miembros de la UE (EEMM), aunque sin conocimiento de las autoridades locales respectivas. Sin embargo, en otros casos, han sido aherrojados en manos de organizaciones mafiosas de tráfico de personas a fines de su explotación y sometimiento sin escrúpulos a todo tipo de abusos (sexuales y laborales).
Los niños y niñas procedentes del drama de los desplazados que huyen de la torturada vecindad de la UE -en especial, de la sangrienta guerra civil siria- encarnan sin duda el colectivo más singularmente vulnerable entre los refugiados y demandantes de asilo: merecen la protección del compromiso europeo con el Derecho internacional humanitario y, desde luego, de aquélla que asegure su mejor interés. Resulta imprescindible, en razón de esta circunstancia, reforzar las medidas jurídicas y materiales que garanticen, primero, su seguridad y, acto seguido, su bienestar y cuidado. Cunde el presentimiento de que buena parte de estos niños hayan engrosado el victimario de una horrible explotación sexual por bandas organizadas, cuando no forzados a mendigar o a cometer delitos bajo cuadrillas de crimen organizado. Los que hayan escapado a ese destino, podrían haberse sustraído a controles policiales y administrativos en busca de sus familias en otros países de la UE, instigados por desesperación ante la complejidad de los procedimientos de asilo, o por la cruda realidad de los centros de internamiento.
Resulta del todo vergonzoso, además de lamentable, que la UE no haya encontrado la manera de abordar riesgos de tanta gravedad de una forma eficaz, rápida y, sobre todo, europea, y su diseño e implementación.
Y ello es así muy a pesar de las reiteradas llamadas del Parlamento Europeo (PE) y de los compromisos verbosamente asumidos por la propia Comisión: un año después de haber dicho que lo haría ante el Pleno de Estrasburgo, continuamos esperando la presentación por la Comisión del "Plan específico de acción sobre menores no acompañados" que debería haber abordado hace ya tiempo una cuestión tan sensible. Resulta del todo inaceptable que pasen meses y meses sin que se produzcan no ya "avances específicos" sino tan siquiera amagos de respuesta en este campo a la altura del dramático envite de que se trata.
Hace escasas fechas, una delegación de la Comisión de Libertades, Justicia e Interior del PE (la Comisión LIBE) tuvimos oportunidad de interlocución directa y concienzuda sobre el modelo canadiense de atención a refugiados y menores no acompañados. Porque Canadá es un ejemplo y una referencia global en el tratamiento a los menores refugiados y, particularmente, a los menores no acompañados. ¿Por qué no lo es la Unión Europea?
Apenas la semana pasada, en la misma Comisión LIBE, sostuvimos una audiencia pública (Hearing) muy intensa, en la que pudimos escuchar testimonios desgarradores por parte de algunos exponentes de la supervivencia y superación de ese drama; pero también formulamos propuestas concretas de respuesta a la problemática de los menores no acompañados en la Unión Europea.
¿Qué espera la Comisión para exigir esas respuestas a los EEMM de la UE? Este preciso asunto lo debatimos ya ampliamente en un Pleno del PE sostenido en Estrasburgo nada menos que en abril del año pasado, 2016: lo votamos, y escuchamos de la Comisión -del Comisario Avramopoulos, responsable de Interior- el compromiso expreso de presentar aquel "plan específico de medidas" ante el drama, la tragedia de los menores no acompañados, a estas alturas inédito. Todavía lo estamos esperando.
Desde el PE, en la presente legislatura 2014-2019, nos encontramos embarcados en los trabajos de reforma del Sistema Europeo de Asilo; ahí es donde tenemos que encuadrar la reforma de la Directiva de condiciones de recepción de refugiados y la Directiva de los procedimientos de acogida con concretos mecanismos de protección a los menores no acompañados. Para que, de una vez, esta UE esté a la altura de lo que promete y de lo que dice ser. Y para que dé una respuesta que sea una medida a su altura y su estatura moral ante esa tragedia de diez mil niños desaparecidos en la UE —según Interpol— y de ese 20 % de menores no acompañados de entre el conjunto total de los menores en demanda de protección humanitaria, siendo como son el eslabón más vulnerable de la cadena del refugio, pero también de la explotación de personas.
Llevar los compromisos a los hechos sigue siendo, pues, el reto al que Europa se enfrenta, con un desempeño hasta ahora que dista mucho de estar en condiciones de sermonear ni dar lecciones a nadie.
Publicado en Huffington Post