La apuesta socialista española apunta a una Europa mejor que la que actualmente tenemos, y reivindica también vocación de liderarla.
La delegación socialista española en el Parlamento Europeo encara la segunda mitad de esta legislatura 2014-2019 con una conciencia muy clara de la gravedad del momento - se cumplirán pronto 10 años desde el inicio de la Gran Recesión que arrancó en 2008- y de la necesidad de que el Grupo Socialista (S&D) en el Europarlamento y la entera familia europea de partidos socialistas y socialdemócratas articulen y lideren una alternativa eficaz contra el paradigma de cuño liberal-conservador que ha sumergido a la UE en la peor crisis de su historia.
Una y otra vez, en las ocasiones clave, los socialistas españoles hemos contribuido al debate de ideas para la redefinición estratégica del Grupo Socialista Europeo, anticipada con fuerza en la exigencia de más y mejor Europa ante la ofensiva retórica de menosprecio a la UE con que se ha estrenado Trump: diciendo no a su embajador designado ante la UE. Lo hemos hecho de nuevo con un documento base -"Manifiesto socialista por Europa"- que fue presentado a los medios por nuestros compañeros Ramón Jáuregui y Sergio Gutiérrez, ejerciendo la portavocía de nuestra dirección, el pasado viernes en Bruselas.
El documento contiene, como resulta obligado, una síntesis sumaria del cuadro de consecuencias de la policrisis de la UE que más debería preocuparnos a quienes nos consideramos europeístas de izquierda desde valores progresistas: notoriamente, el incremento de las desigualdades y el empobrecimiento de las clases medias en que se ha germinado el profundo malestar que explica el rebrote viral del nacionalismo regresivo y la proliferación de discursos populistas que, pese a sus diferencias, concurren con la regresión nacional en una agresiva impugnación de la integración europea, con actitudes que se escoran desde el euroescepticismo hacia la eurofobia, sin más. Trump nos compele a ello desde el otro lado del Atlántico, pero no más que el aldabonazo del brexit sobre la conciencia (y la pervivencia) de Europa.
Pero con esta aportación nos ocupamos también de subrayar las constantes de nuestro europeísmo de vocación federalista: a) recordando, para empezar, la capacidad contrastada de la construcción europea de superar, fortaleciéndose, los embates de un pasado de división y conflicto en nuestro Viejo Continente; b) apelando a los mejores activos de la integración -libres de pena de muerte, agentes de confianza mutua, promotores de intercambios sin fronteras y libre circulación de personas con derechos; c) reivindicando el impulso de una respuesta europea -¡y europeísta!- a las incertidumbres que empecen la comprensión y gestión de la globalización, y hacerlo con rostro humano y compromiso social y con la sostenibilidad, especialmente a la vista del abrupto empeoramiento del clima internacional tras la llegada de Trump a la presidencia de EEUU.
Los principales ejes de la aportación española ante este nuevo capítulo descansan en nuestro propio análisis de tan prolongada crisis, cronificada, por cierto, por el abyecto majeo que impuso desde 2010 la austeridad recesiva que tanto contribuyó a la división europea y a la contraposición de sus ejes de conflicto y debilitamiento interior (norte/sur, centro/periferia, acreedores/deudores...) bajo el disfraz ideológico de la confrontación de los "países cumplidores" frente a los "incumplidores/pecadores" respecto de los parámetros y calendarios impuestos para la corrección de los "desequilibrios" de sus cuentas públicas (¡por más que se demostraran de imposible cumplimiento!).
Pero esos ejes recorren los principales ámbitos temáticos de un relanzamiento europeo: a) Crecimiento y empleo (inversión e innovación, con especial atención a los mayores y a los parados de larga duración; refuerzo de la "garantía juvenil"; b) Federalismo fiscal (armonización de bases imponibles del impuesto de sociedades; recursos propios de la UE -¡Tasa sobre transacciones financieras, ya!-, lucha contra el dumping fiscal, contra la evasión y el fraude y contra los paraísos fiscales, fuera y dentro de la UE); c) Solidaridad y gestión integrada de las fronteras exteriores de la UE, afirmando los valores europeos ante la dimensión humanitaria de la que ha dado en llamarse "crisis de los refugiados" (corredores humanitarios, visas humanitarias, tal y como exigimos para el Código de Visas); d) Pilar social europeo (marco de salarios mínimos, prestación por desempleo; portabilidad de derechos de seguridad social); e) Energías renovables y cambio climático; f) Educación, formación, investigación, innovación, apuesta por un futuro basado en el I+D+i (paradigma de un nuevo modo de interacción económica diferente al pretendido incremento indefinido de crecimiento y consumo); g) Política exterior y de Defensa y Seguridad Común (respuesta propia ante el giro aislacionista de Trump, comprometiéndonos de nuevo con América Latina); e i) Vocación humanitaria ante una vecindad en conflicto (Oriente Medio, Magreb...).
La apuesta socialista española apunta a una Europa mejor que la que actualmente tenemos, y reivindica también vocación de liderarla: una UE que reenarbole el ideal federal (frente al nacionalismo); una agenda progresista (frente al conservadurismo y la regresión reaccionaria); europeísmo activo (frente a la embestida eurófoba); ciudadanía, derechos y densidad democrática (frente a la tentación fascistizante y la tentación populista) y capacidad de ejercer como un sujeto global con sus valores distintivos.
Publicado en Huffington Post