El pasado 4 de febrero se conmemoraba el Día Mundial contra el Cáncer, establecido como tal por la Organización Mundial de la Salud para alentar la investigación y el compromiso de la ciencia y la entera sociedad con la que todavía muchos medios suelen referirse eufemísticamente como "larga enfermedad", la misma que tantas veces nos ha arrebatado a seres queridos... Mis padres, hace tantos años, en mi memoria personal.
Dos días antes, el 2 de febrero, despedíamos en Madrid a José Antonio Alonso (1960-2017), antiguo ministro de Interior y de Defensa y portavoz en el Congreso en la etapa de Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, de quien fue y se mantuvo siempre amigo entrañable y querido desde la adolescencia y primera juventud.
Mi cartera de ministro de Justicia me sentó junto a la suya en el Consejo de Ministros durante años que fueron intensos e inolvidables. Lo que de él querría evocar lo ha expresado emocionado su más cercano camarada de toda una vida de inquietudes e ilusiones compartidas: José Luis le rindió en las páginas de El PAÍS un conmovido testimonio de desgarro personal y una evocación serena de la admirable entereza con que vivió su vida y se encaró con la muerte. En esa elegía a la amistad nos sentimos representados quienes tomamos en serio ese vínculo de afectos y conexiones electivas que nos une vitalmente a nuestros preferidos.
Golpeados por el dolor de su pérdida, conmovidos por el instinto de expresarlo y compartirlo con la familia que le llora, muchos que le tuvimos por amigo y compañero nos congregamos en su recuerdo, que va a acompañarnos siempre.
No era la primera vez que esa "larga enfermedad" todavía no derrotada se lleva de nuestro lado a compañeros de los que dejan huellas imposibles de borrar: evoco a Carmen Cerdeira, María Jesús Sansegundo, Alfonso Perales... mi añorado Pedro Zerolo, presentes en mis vivencias, en mi recuerdo, entre tantos otros nombres que nos marcaron con su impronta en el trabajo compartido y en nuestros corazones, pero que sobre todo nos señalaron con la forma en que se despidieron un modo de estar en política con la dignidad a raudales de quien no pide ni espera.
Acaso en homenaje a ese estilo es útil que se escriba estos días acerca de la devoción y entrega con la que, entre los vericuetos de una peripecia vital personal e intransferible como la de todo ser humano, muestran su capacidad de empeñar lo mejor de sí mismos en el servicio público con ejemplaridad: haciendo de su vida una fuente de inspiración para los demás. Merece la pena admirarles siquiera sea por que rara vez las tribunas habituadas a desollar la metonimia del todo por la parte en la política reparan en el ejemplo que nos brindan los mejores.
Toño Alonso, sin duda. Una pasión tranquila. Prudente, medido, leal, honesto ante cualquier prueba y sobre cualquier medida, entregó sus energías a causas colectivas más grandes -y más exigentes- que cada uno de nosotros, de nuestras expectativas o nuestras aspiraciones, por plausibles o legítimas que nos pudieran parecer si alguna vez nos hubiésemos permitido quedarnos cada uno a solas con nuestro fuero interior.
Esa pasión la derrochó en empeños que lo merecían: hacer justicia en los conflictos de los que entendió en su viaje de ida y vuelta a la jurisdicción, luchar contra el terrorismo y por la seguridad de sus conciudadanos, en su otro viaje de ida y vuelta a la acción de la política. Un viaje que emprendió y del que regresó sin ruido desde su formación y profesión como Juez, que es una forma muy concreta de comprometerse en la práctica de la ley y del Derecho como corrector de injusticias. Y lo hizo siendo sabedor -como también yo he sabido, habiéndolo aprendido por otras vías y experiencias- que es mucho lo que arriesga un Juez que -en ese entorno acusadamente conservador de la magistratura, como en el de la fiscalía y otros Cuerpos diseñados para la seguridad jurídica-, resuelve comprometerse con valores y objetivos políticos progresistas significados con los tránsitos de la izquierda en el Gobierno. Apostar por el PSOE y su proyecto para España, era y es, antes y ahora, para un miembro de la "carrera judicial" de la que habla el art.122.1 CE, asumir riesgos muy ciertos, arriesgarse a muchos golpes y esperar poco y muy magro reconocimiento de sus pares... y ninguna recompensa.
Es sabido que el art.127 de la Constitución española de 1978 prohíbe a jueces, magistrados y fiscales la militancia en partidos y la afiliación a sindicatos, a cambio de confiar su articulación "profesional" de intereses a "asociaciones judiciales". Toño decidió alinearse con Jueces para la Democracia, a la que durante mucho tiempo la prensa especializada solía referirse, a modo de rutina, como "minoritaria" frente a la "mayoritaria y conservadora APM". Fue como Portavoz de la Asociación "progresista" como adquirió el perfil de comunicador tranquilo, grave y persuasivo en que fraguó su carácter dentro de la vida pública.
Pero abrazó sobre todo, en compañía de su amigo de instituto de León en cuyo Gobierno servimos al país, la causa y proyecto liderado por el PSOE: sin quebrantar el mandato de prohibición de militancia, trascendiéndolo no obstante con muchos años de trabajo en el servicio público.
Toño Alonso engrosa ya, con sus servicios a España y a los españoles, esa "hilera larga y honrosa" de personalidades en la historia del PSOE de la que, desde que nos la describió el viejo Fernando de Los Ríos, ministro que fue de Justicia en la II República española, debemos reivindicar con humildad y orgullo cada vez que algún rufián intente humillar la grandeza de la vocación política.
Publicado en Huffington Post