Qué nos cuenta el populismo

  • Tribuna de Prensa
  • 23 de Enero de 2015
Qué nos cuenta el populismo

Se escucha y discurre mucho últimamente sobre lo que nos cuenta el “populismo” en Europa. Han sido muchas las aportaciones que, a lo largo de un año, han intentado arrojar luz sobre el fenómeno. En su conjunto delinean hilos conductores de alguna manera comunes a las muy variadas y ciertamente diferentes formas que adquieren dichos populismos en las específicas coordenadas nacionales de cada uno de los Estados miembros de la UE.

Entre esos rasgos comunes a todos ellos destacan los siguientes:

  1. La elaboración de discursos y narrativas que enfrentan a un imaginario “pueblo” (supuestamente unitario y homogéneo; y no plural y recorrido de contradicciones sociales, como es la ciudadanía de las sociedades abiertas) pretendidamente confrontado con una “élite extractiva”: la de la “burocracia“, la “política” y “los políticos” y, últimamente, la “casta“;
  2. Frente a problemas reales, caracterizados por su complejidad, los populismos oponen respuestas simplificadas, monocausales, simplonas, invariablemente falsas e ineficaces o inútiles, cuando no directamente estúpidas: frente al empobrecimiento de las clases medias y trabajadoras (causado por un abyecto manejo de la crisis), los populistas no oponen propuestas verosímiles, más bien desvían la atención hacia un chivo expiatorio: el “Islam”/los musulmanes, las minorías estigmatizables (los judíos, los gitanos…), los extranjeros/inmigrantes, los europeos del Sur, la “política”/”los políticos”…
  3. Enmienda a la totalidad de los problemas sistémicos, recurriendo a soluciones taumatúrgicas o de algún modo “totalistas“, ya sea sobre la UE, sobre la OTAN, sobre el cierre de fronteras, sobre la derogación del “régimen” o la apertura de una nueva “aurora constituyente” cuyos contenidos u objetivos no son especificados.
    Particularmente el surgimiento de Podemos es objeto de estudio y de perplejidad, no solamente en España, sino en toda la UE. Por un lado, es un Case Study; por otro, es un factor de asombro y cierta estupefacción. No se recuerda un ejemplo de fuerza política que haya transitado en tan poco tiempo -poco menos de un año- desde el status de “actor emergente” al de actor político capaz de reivindicar su carácter de partido de Gobierno y “disputar” en democracia la centralidad política, e incluso la hegemonía, en un sector de opinión singularmente sensible con las motivaciones de cambio.

Esa perplejidad se extiende al carácter inaprehensible de su magnitud política. No es fácil encasillar un fenómeno que se resiste a las categorías que nos eran familiares. No hay un debate de fondo acerca de sus propuestas, puesto que no hay soluciones específicas a los problemas planteados… y, sin embargo, se mueve.

Y no solamente eso: desde la Transición no se recuerda un caso parejo de complicidad mediática con ningún actor político, ni con la fabricación social de su arquetipo y su carácter. Medios convencionales (TVs y radios privadas), y su expansión viral en las redes sociales, han trabajado de consuno para su lanzamiento en un tiempo tan sorprendentemente corto como recorrido de graves tensiones sociales.

Pues bien, el análisis ante este paisaje del hasta hace poco llamado “fenómeno” ha intentado dar cuenta de su discurso y sus respuestas de acuerdo con las experiencias de las que procedíamos. Ni una ni otra vía hasta ahora han sido útiles ni fértiles. Pues es sabido que la única forma de combatir una idea es con otra idea… pero resulta más arduo combatir un sentimiento. Los sentimientos por política no son fácilmente modificables ni intercambiables… ni siquiera contrastables. El sentimiento de que cualquier “vuelta de tuerca” en el sufrimiento causado por el manejo de la crisis, e incluso cualquier “mala noticia” (empeoramiento del empleo, casos de corrupción…) redunda en un incremento de los que se manifiestan dispuestos a votarles, como si votarles fuese remedio bastante.

Pero es preciso refutar no sólo su injusto veredicto, sino el relato falaz y las inconfesadas premisas sobre las que se sustentan su pretensión oportunista, ciertamente a rebufo de la agonía de la crisis y de una abyecta gestión que ha redundado en un injusto reparto de sacrificios y una exasperación de la desigualdad.
Los problemas son reales, pero las soluciones que postulan los “fenómenos” de populismo en la UE están todavía inéditas.

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